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Construcción y de construcción de los órganos de gobiernos de la universidad en Argentina

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    Orgulloses
  • 15 jun 2021
  • 12 Min. de lectura

Autor/a: Geninazzi, María Cristina




Introducción

En el presente documento se abordará el modelo democrático de las Universidades Nacionales en Argentina y su relación con la carencia de representación de mujeres en sus órganos de decisión.

Abordaremos la problemática desde una mirada de derechos humanos de las mujeres y disidencias. Entendiendo que no se puede pensar la política y la democracia sin pensar el rol que cumplen las mujeres en la misma.

Para desarrollar el tema, haremos una breve explicación del proceso histórico de la conformación del sistema de gobierno universitario y su camino hacia la democratización de sus órganos, hasta llegar al hito de la Reforma Universitaria que le da forma a su sistema democrático actual.

Se analizarán los fundamentos ideológicos que sostienen las reformas y modelos democráticos de la Universidad y las analizaremos a la luz de la categoría de género explicando como repercute en la ciudadanía de las mujeres y disidencias. Para ello será necesario hacer un breve recorrido de la situación de las mujeres en la universidad.

La histórica predominancia masculina en el espacio de lo público, explicitado en el caso universitario, muestra como la escisión público/privado, productivo/reproductivo, genera roles y patrones que se reproducen en una estructural patriarcal que aún domina las instituciones del estado. Se explicará la inequidad de representación entre géneros en base a las características del modelo de democracia vigente.

Dentro de los principales objetivos será explicar como este modelo profundiza las desigualdades entre hombres y mujeres para acceder a los espacios de poder y convierte la capacidad de tomar decisiones en la Universidad en un privilegio masculino.

Finalmente esbozaremos lineamientos sobre las diferentes aristas a trabajar para alcanzar esquemas más partidarios y tender a una democracia sustantiva.


1. Reforma Universitaria y orden de género

“Hombres de una República libre, acabamos de romper la última cadena que, en pleno siglo XX, nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica”. Esta es la primera declaración del manifiesto liminar de la Reforma Universitaria, movimiento que dio origen a la forma de gobierno y sistema democrático actual de las Universidades Nacionales de nuestro país.

Para el año 1918, año de la Reforma Universitaria, se vivía en el país un clima de cambios y cuestionamiento de los modelos políticos vigentes. Se re discutía en el país desde fines de 1800 el lugar de la sociedad civil en los gobiernos y se gestaba el rechazo a las oligarquías liberales hegemónicas y dominantes . La ley Sáenz Peña en 1912 es un emergente de la situación política y social de nuestro país en este contexto.

En la esfera universitaria, la Universidad de Córdoba era una de las tres Universidades Nacionales del país. Estaba controlada por una elite familiar cerrada de profundo espíritu clerical y conservador. La protesta estudiantil que se genera en ese marco articulaba objeciones de carácter científico con críticas a las formas de gobierno. Finalmente concluye con nuevos estatutos sancionados que dispusieron la organización de un gobierno para la Universidad compartido por profesores titulares, suplentes y estudiantes.

La Reforma Universitaria se entiende como un novedoso proceso de democratización, ya que incorpora a los estudiantes como sujetos de derecho y como parte de los órganos de toma de decisión.

De hecho Gabriel Del Mazo, uno de los autores de la Reforma, entiende la Universidad como una “República de estudiantes”, equiparando de alguna manera a todos los claustros. En su concepción este movimiento discute la ciudadanía universitaria, y de acuerdo con la concepción de Del Mazo la universaliza (Del Mazo, 1942).

Sin embargo, al incorporar la categoría de género al análisis, se desluce que dicha reforma fue absolutamente ajena a considerar los derechos de las mujeres. A tal punto que el ingreso de las mujeres a la académica, que se encontraba en discusión desde fines de 1800, no fue una reivindicación del movimiento.

El estudiantado universitario no tendría cara de mujer, y mientras los hombres de la incipiente clase media accedían a carreras como medicina por un ascenso social, las mujeres lo hacían por estar asociado a su rol reproductivo. Las primeras mujeres en ingresar a la universidad lo hicieron en carreras como enfermería y obstetricia. Muy pocas podían acceder y una vez que lo hacían tenían numerosas trabas para ejercer la profesión o matricularse.

En Medicina, la negativa a que las mujeres accedan a la matrícula se sostenía en el alejamiento que producía el desarrollo profesional de las labores maternas para las cuales estaban naturalmente destinadas .

Cuando estalla la Reforma Universitaria, existían numerosas organizaciones que revindicaban los derechos de las mujeres, sin embargo la participación de mujeres en el movimiento estudiantil y los centros de estudiantes era escaza, de hecho los Reformistas eran en su mayoría hombres.

En la actualidad de las 47 Universidades Nacionales, solo 5 cuentan en su máximo órgano de gobierno a una mujer y representan tan solo el 29% de los vice. Estos números toman mayor significado cuando los comparamos con la totalidad de la matricula universitaria, donde las mujeres representan más de la mitad tanto en estudiantes como en graduades .

Si consideramos también la cantidad de docentes y de profesoras, podemos ver como el número disminuye al ascender en la pirámide de poder. Esta realidad, evidencia un sistema desigual de poder basado en las diferencias producidas por el género. La institución aún no cuenta de manera integral con sistema de cuotas, ni acciones concretas que trabajen con esta problemática.

El interrogante en este punto sería como un movimiento que revolucionó las bases de la democracia universitaria ignoró totalmente en su esquema los derechos de las mujeres, generando también cuestionamientos sobre su calidad de representación política (Hipertexto PRIGEPP Democracia 7.1.4).

Como lo explica Bareiro, incorporar la categoría de género a los análisis supone una revisión de los conceptos de ciudadanía, estado, democracia y política, como también un replanteo de las instituciones existentes (Hipertexto Democracia 1.1.9).


2. Modelo democrático universitario y perspectivas feministas

Partiremos del hecho de que un sistema democrático puede desarrollarse de diversas maneras. De hecho la falta de conciencia sobre las diferentes formas en que se expresa la democracia es lo que la termina reduciendo a una idea de ‘libertad de consumo’ en un ‘supermercado político’ que solamente debe cumplir con los requisitos básicos de elecciones y cambio de gobierno (Hipertexto Democracia 5.1.1).

El inicio del manifiesto liminar en su primera declaratoria no es inocente. Utiliza la referencia “hombre” para citar así a la concepción de humanidad, o aquellos que son sujetos de derecho, invisibilizando a las mujeres en su totalidad y desconociendo la desigualdad entre los géneros.

A diferencia de la Ley Sáenz Peña que excluye de manera directa a las mujeres, la Reforma Universitaria no excluyó explícitamente a las mujeres de la posibilidad de participar en la vida democrática. Sin embargo la falta de representación y participación representa una exclusión del colectivo.

Las formas que adquiere un sistema democrático trae aparejada su propia concepción de ciudadanía y las relaciones entre el estado y la sociedad (Hipertexto Democracia 5.1.4).

Nunca más oportuno Gabriel Del Mazo cuando se refiere a la Universidad como una República de Estudiantes, sustentando la democracia del modelo con la equidad entre sus diferentes claustros. Más particularmente desde la incorporación del movimiento estudiantil a los espacios de toma de decisión.

El planteo, por supuesto, se corre de la tradición que sostenía que deben ser los poseedores del saber los que guíen las instituciones educativas. Cómo también lo señala Del Mazo (1942), la “autoridad”, proviene no a partir de la posición de “sabio”, sino de la “entereza representativa”, pues una “universidad basada en una minoría, no es universidad, así cómo un estado expresión de minorías nacionales, no es nacional”.

Los fundamentos teóricos del modelo vigentes a hoy, reconocen las diferencias estructurales de poder entre sus claustros y sustenta el modelo desde la relación entre estos, garantizando que las “mayorías” sean “representativas”.

Sin embargo, no se detiene sobre la representación dentro de esos mismos claustros entre sus integrantes. Como cada claustro efectivamente resulta “representativo” para la comunidad en su conjunto.

Esto se debe a que el modelo de democracia universitaria argentino se sustenta en elementos de las democracias legales y del republicanismo cívico. Respecto del primero porque supone una libertad de acción de sus miembros y entiende que la participación política depende de la iniciativa individual y la no intervención del estado en los procesos electorales (Hipertexto Democracias 6.1.1).

Entre los elementos republicanos prioriza lo universal frente a lo particular e implica una ciudadanía con activa participación en los asuntos públicos (Hipertexto Democracias 6.3.2).

Sobre este modelo Carol Paterman hace una aclaración, nunca consideran si sus planteamiento sobre la libertad y el consenso afectan a las mujeres, y esto es así, ya que implícitamente utilizan los términos, individuo, ciudadano, “estudiante” para referirse a los hombres .

La historia presente de la Universidad no escapa de la ironía, y así como en 1920, en el libro Democracia viable de Margolis, aparece el sufragio como el último logro del “Ciudadano Brown”, en algunas Universidades Nacionales aparecen los planteos paritarios por parte de los hombres que conducen las organizaciones como un regalo o como su creación solitaria. Esto expone una forma de exclusión de las mujeres de la vida política democrática (Margolis, 1979).

Paterman remarca que los teóricos de la democracia ignoran la exclusión de las mujeres porque su campo de análisis es el ámbito público. La esfera de la vida personal, ámbito “natural” para las mujeres, queda de lado. Al ignorar las relaciones entre hombres y mujeres, se anula el contexto. La dicotomía público/privado se convierte en el fundamento de la teoría liberal democrática y al no discutirla, no interviene en las desigualdades que dicha diferenciación acarrea.

El feminismo se ocupa de remarcar que esto genera primero un sistema de injusticias por su confinamiento al ámbito de lo privado, y por otro lado que ambas esferas tienen relación y que dicha dicotomía no es una consecuencia, sino un sustento del modelo liberal, necesaria para la sostenibilidad del mismo (Hipertexto Democracia 1.1.1)

El problema radica al no considerar en el esquema democrático las diferentes identidades y el contexto social y político en el cual se desarrollan y solo concentrarse en los elementos formales de la democracia como las elecciones y la libertad del voto. El caso universitario resulta ejemplificador, ya que la discusión de base del ingreso de las mujeres a la academia se basa en la dicotomía público/privado y en el rol reproductivo y no productivo de las mujeres. Al no considerar esta variable en el construcción del modelo y tampoco incorporarla con el paso del tiempo, se genera un sistema de exclusiones de las mujeres en la participación y vida política de la República de Estudiantes, poniendo en duda la legitimidad de al ciudadanía política de las mujeres.

En resumen, el contexto importa, y la división sexual del trabajo ha afectado la posibilidad de que las mujeres se desarrollen libremente tanto en el campo de lo laboral como en la política, en este caso universitaria.


3. Ciudadanía de las mujeres y disidencias en la Universidad Argentina

Al detenernos en el rol de las mujeres en la universidad y su rol, se evidencia un esquema plagado de injusticias e inequidades. Si bien el camino de la democracia en nuestro país ha sido sinuoso, no solo dentro del ámbito académico, sino también a nivel nacional, la democracia se ha constituído como un consenso de la región. Y si bien existen varios modelos democrático, se entiende que hay elementos básicos que los mismos deberían contener, la idea de soberanía popular con pluralismo de Chatal Moufee (Hipertexto Democracia 5.1.4).

Si analizamos las proporciones de representación entre hombres y mujeres en las 47 universidades nacional que componen el sistema, podemos observar que, el 47% del plantel docente, esta compuesto por mujeres. Que los porcentajes de representación de mujeres disminuye como asciende la jerarquía .

El porcentaje de representación en los órganos de autoridad de decisión la representación es de 11% en rectores y 29% en vicerrectores. En un contexto de un porcentaje de graduación del 61,5% de mujeres.

Los consejos superiores (órgano máximo de representación) no escapan de esta realidad. Si analizamos el caso de la Universidad de Buenos Aires, la universidad más poblada del país, observamos una disparidad interclaustros en materia de género que es abrumadora.


Masculino Femenino

Secretarías del Rectorado 10 2

Decanos y Vicedecanos 18 8

Claustro de profesores (titulares y suplentes) 9 1

Claustro de graduados (titulares y suplentes) 6 4

Claustro de Estudiantes (titulares y suplentes) 8 2


Por otro lado, se observan como la división sexual del trabajo impacta en las matrículas de las carreras, donde aquellas asociadas con el cuidado, lo materno y lo reproductivo son de predominancia femenina, y aquellas vinculadas a lo productivo, lo público y lo político, como las ciencias duras y las ingenierías, son de mayoría masculina.

La suma de inequidades se refleja en muchas instituciones educativas de nivel superior, como la CONEAU, organismo de evaluación de las carreras universitarias, donde de sus nueve miembros, solo 2 son mujeres.

Estas inequidades son atribuibles a un sistema que se construye como un espacio de trabajo por méritos y conocimiento que excluye del análisis las relaciones en base al género y por lo tanto sostiene la relación en este marco de inequidad.

Hacia adentro de las casas de estudio, las estructuras machistas se hacen evidentes, y un modelo de republicanismo cívico no resulta suficiente. La dicotomía en la que se ven inmersas las mujeres como responsables únicas de la reproducción de la especie, dificulta y obstaculiza su participación política plena. Teniendo que soportar doble y triple jornada laboral, respecto de los hombres, las ubica en una situación de inequidad respecto de los varones. La escisión de lo político como público y lo reproductivo como privado, no solo tiene un efecto directo sobre las posibilidades de participación entre aquellas interesadas en la política por su demanda de cargar horaria que genera en ellas. Sino que también opera en niveles subjetivos, ubicado el liderazgo no solo de las instituciones, sino también de las agrupaciones partidarias, como espacio de hombres.

La situaciones de violencia de género y hechos de connotación sexista en el ámbito son detonantes para desincentivar la participación de las mujeres en la política. Se entrecruzan las asimetrías de poder. La asimetría que la reforma no pudo eliminar, profesor/estudiante, se profundiza cuando se suma la perspectiva de género. Todo esto opera en niveles visibles y las estructuras y modos de pensar y actuar que se institucionalizan en la organización universitaria, produciendo un esquema androcéntrico y patriarcal.

Un estado universitario que no regula las relaciones inter claustros considerando las inequidades entre los géneros y subordina a más de la mitad de su población, es un esquema que a los ojos feministas no puede considerarse realmente democrático (Hipertexto Democracia 10.1.1).


4. Hacia una reforma feminista del sistema universitario

En este apartado vamos a detenernos en los esquema democráticos posibles para repensar la universidad desde una perspectiva de derechos.

Según la feminista Chantal Mouffe, lo que debemos modificar es la concepción de ciudadanía, e interpelar y bregar por una donde la diferencia sexual se convierta en algo no pertinente. Una concepción democrática radical de ciudadanía .

El objetivo es gestar una democracia, que cuente con los elementos básicos aportados por el republicanismo y el liberalismo, pero que respete la diversidad de identidades ante las relaciones de poder. Para ellos es necesario replantear la relación entre la sociedad y el estado e incluir mecanismos y procedimientos para poder garantizar la participación equitativa.

Generar equivalencias no elimina la diferencia. El objetivo es construir un “nosotres” como ciudadanes democráticos radicales, haciendo hincapié en las numerosas relaciones de poder en las que existen situaciones de dominación.

En cuanto al sistema democrático en sí mismo, los sistemas de cuotas constituyen uno de los principales mecanismos de incorporación de las mujeres en términos cuantitativos en la política. Las medidas de acción positiva tienden a construir un espacio en el que se reconoce que las declaraciones jurídicas de igualdad no resultan suficientes evitar el copamiento, casi absoluto de hombres en los cargos de gobiernos. Se rompe con la lógica de mercado político dominante.

Sin embargo, los sistemas de cuotas no son suficientes. Las estructuras patriarcales operan en todos los niveles, visibles y subyacentes. Las transversalidad de las políticas públicas que tiendan a construir democracias más paritarias, entendiendo estas últimas como las acciones que lleva a cabo el estado para generar igualdad y atender los problemas y las propuestas de las mujeres.

La transverzalición de la perspectiva de género en todos los niveles, podrá generar una ampliación democrática. A tales efectos, las formaciones en materia de genero a los integrantes de la comunidad, como también la creación de protocolos que busquen eliminar todas las formas de violencia sobre las mujeres, son elementos para transversalidad la política de género en toda la academia.

Considerar la particular situación de vida privada, y sus relaciones con la vida pública tiene por resultado políticas integradoras. Los espacios amigos de la lactancia materna, las licencias por paternidad, las licencias por violencia de género para todos los claustros, son algunos ejemplos de como se puede construir hacia una sociedad universitaria más justa y equitativa.


Conclusión

La Reforma Universitaria planteaba la universalización del concepto de ciudadanía. De acuerdo con el desarrollo efectuado podemos notar que lejos de cumplir con dicho objetivo se gesto una organización endogámica androcéntrica que excluyó a las mujeres durante toda su historia hasta el día de hoy de la esfera política y de poder.

Los fundamentos de la democracia radical, como aquella que promueve una comunidad empática hacia las diferencias no es incompatible con el reformismo universitario. Sino que le otorga la ampliación democrática necesaria para construir esquemas más justos.

Actualmente la comunidad universitaria se encuentra ante la posibilidad de modificar los esquema tradicionales de poder que reprodujeron durante los últimos cien años. Los discursos sobre los méritos ya no tienen sustento al querer explicar las situaciones de inequidad e injusticia que se viven hacia adentro de la institución.

El movimiento feminista universitario tiene una largo camino que no finaliza con implantación de cuotas. Sino que requiere un arduo esfuerzo por democratizar todos los espacios de poder y transformando las relaciones que le dan sentido.

Las relaciones hacia adentro de las agrupaciones, de los gremios y de la institución en si misma se deben re plantear. Leyes como la Ley Micaela, son un puntapié inicial para avanzar en una transverzalición de las políticas con mirada de género. Los protocolos de género y las discusiones paritarias son un avance significativo y deben ser llevadas a cabo por las mujeres y disidencias de la comunidad para que tomen verdadero valor. Estamos obligades, les que creemos en la democracia a repensar la reforma universitaria con el feminismo y la igualdad sustantiva como objetivo final.



Pateman, C., & Sefchovich, S. (1990). Feminismo y Democracia. Debate Feminista, 1, 7-28.

Mouffe, C. (2001). Feminismo, ciudadanía y política democrática radical. En Lamas, M. (comp.), Ciudadanía y Feminismo. México: IFE, UNIFEM, Debate Feminista.


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